Días de caza, o venado estofado con manzana y castañas.

Pensamientos gastronómicos
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Publicado por | 2 de noviembre de 2015
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Días de caza, o venado estofado con manzana y castañas.
Ya empezó en septiembre la temporada de caza. La caza, esa actividad que el hombre viene llevando a cabo hace miles y miles de años como necesario ejercicio para la supervivencia primero y para el equilibrio del ecosistema después, y sí, como “deporte” más tarde, pero participando de ese equilibrio que otros pregonan propiciando iniciativas que no hacen sino desequilibrar el ecosistema; esa actividad, como los toros, hoy repudiada por un sector amplio de la población, el que promueve, precisamente, esas políticas que llevan a los ganaderos a perder el control al ver sus rebaños rebanados por los lobos que la Administración se empeña en negar, aplaudido por los que ciegamente les alaban sin haber pisado más que la Casa de Campo los domingos por la tarde. Esa actividad que es, entretanto, la federación que más asociados aglutina de España, más incluso que el todo poderoso y omnipresente balompié (o football; fútbol, en su asunción hispanizada del anglicismo).

Yo que no me asusto por las reses vivas ni muertas más que de las hipocresías políticamente correctas o de la mansedumbre de la sociedad actual ante los pastores mediáticos que pretenden dirigirnos a su particular redil, he tenido hoy un bonito día de caza. Sí señor, eso he dicho: un bonito día de caza. Y no es que haya cazado yo, no, que devolví hace tiempo mi permiso de armas. Solo he acompañado a unos amigos a un rececho de ciervas disfrutado un bonito día de monte, de una buena comida en su compañía y de la del guarda del coto con su marcado acento asturiano particularmente local de Infiesto y, cómo no, de un preciadísimo estofado de filete de venada después para la cena con los frutos de la temporada al llegar a casa; “u séase” (y detallo todos los ingredientes que acompañaban al filete de venada): cebolla, manzanas, castañas, panceta, pistachos –estos extranjeros sí- y sidra.
Sellé primero el filete de la venada en aceite bien caliente y retirado al punto puse entonces mantequilla para rehogar más despacito la cebolla y las manzanas de casa. No sé si, culinariamente, esto de mezclar el resto del aceite con la mantequilla será admisible o no, pero a mi comer me gusta, y mucho; cocinar y bien y con técnica es otra historia.

Una vez advertí las manzanas se estofaban rápidamente –eran pequeñinas; elegí las más chicas de mi colecta- puse la cebolla y las tiras de panceta y añadí las castañas –también de casa- previamente cocidas. Unos pocos  pistachos; y cuando aquello tomaba forma eché un generoso chorretón de sidra para darle humedad con que cocinarse y volví a meter la carne ya sellada en la sartén. Fuego lento tras un primer impulso más fuerte, y hasta verlo oler apetitosamente y con aspecto trabadito y de saber bien. Fin.

Y éxito. Así lo hice. Y la foto no es buena, pero así quedó, ya se lo digo: ¡de devoción!
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