Mi duda desde hace tiempo consistía en saber cuál es la mejor forma de cocinarlos, por ello y tras encontrar unos tirabeques recién recolectados en un mercado de pueblo me propuse cocinar parte de ellos cocidos y otros salteados.
Es importante quitar el deshecho del tirabeque para no encontrarnos la incómoda sensación del hilillo duro cuando lo estemos degustando. Para ello hay que tener paciencia ya que a veces se resiste…
La textura ideal que se debe conseguir en la cocción es al dente, incluso crujiente. Para ello se deben añadir los tirabeques en el momento en que el agua comience a hervir y dejarlo unos minutos; el tiempo depende de la fuerza de la cocción y del tamaño de los tirabeques, por lo que aconsejo irlos probando. De esta manera se pueden servir como guarnición, en ensalada o como plato principal aderezado con aceite de oliva.
Para saltearlos piqué muy fino dos ajos; y con un buen chorro de aceite de oliva y pimentón los pasé por la sartén. De esta manera se podría hacer un revuelto al añadirle al final huevo, o completarlo con otras verduras y conseguir una menestra salteada.
Acompañé está mini-degustación de tirabeques con unas pequeñas patatas de las nuevas (que también es la temporada) y con mojo picón canario, que un buen amigo me prepara en las islas para que me lleve a casa y lo pueda tener en la nevera.
Seguramente en los tirabeques cocidos se aprecie más lo especial que es este vegetal ya que no hay sabores que interfieran; pero el salteado hace una guarnición o plato más completo y con gracia. Ambas formas me encantaron, por lo que os animo a que aprovechéis las pocas semanas al año en las que se puede degustar este manjar.
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