Llegar a entrar en Masterchef no es una tarea sencilla. 15.000 personas se presentaron a los castings, pero sólo 15 han conseguido acceder a las cocinas del programa culinario. Como ya se sabe, la exigencia del jurado de Masterchef supone una gran presión para los candidatos a conseguir el puesto ganador.
Los primeros programas están dominados por los nervios, por la todavía inexperiencia y por el tiempo limitado para cocinar. Todo esto puede dar lugar a meteduras de pata, a elaborar platos no demasiado gustosos para el paladar, confundir ingredientes, o a que el olor a chamusquina inunde la nave de grabación.
Todo ello se considera -en primera instancia-, habitual, y los telespectadores debemos tener algo de paciencia para llegar a ver cocina de calidad y en su esplendor. Pero, ¿Dónde está el límite del desastre? ¿Es mejor quedarse fuera del programa o irse a la primera de cambio? La polémica está emplatada, y servida: con bigotes y orejitas de león, por cierto.
"El León come gamba" se ha convertido en solo dos días en amigo inseparable de muchos y confirma, una vez más, la hábil e ingeniosa capacidad del público para, hablando llanamente: aprovechar el momento de ridículo de algún personaje (en este caso televisivo) para hacer alarde de ello.
Tenemos: una patata, -poco hecha-, rodeada de pimientos rojos, como si fueran la melena de un león. Y justo frente del adorable león, una gamba cocida y pelada. Para que no resulte demasiado seca la combinación de sabores y texturas de la elaboración, Alberto propone un gazpacho de fresas que bañe el resultado final, antes de llevárnoslo a la boca.
Dejando a un lado las opiniones culinarias que la mezcla de alimentos pueda generar, nos encontramos con una original carita de león-patata, -simpática, si cabe-, adornada por 2 granos de pimienta a modo de ojos, las hebras de azafrán como bigotes y la punta de la cayena como nariz.
Aquí las reacciones:
Laura Molina