Lo acaba de hacer público la FAO: en este momento son 805 millones de personas las que viven con inseguridad alimentaria en el planeta. Son 100 millones menos que hace diez años y 209 millones menos que hace 20. Hasta 63 países en desarrollo han cumplido el primer Objetivo del Milenio a tiempo, mientras que la prevalencia de la malnutrición ha caído del 18% al 11% en los últimos diez años.
No es lo habitual, pero las cifras del último informe hecho público por la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, constituyen una buena noticia para hablar del hambre, una prueba de que, con las políticas y los enfoques adecuados, se puede vencer esta lacra. Y es que desde que los países del G8 pusieron el tema en la agenda política mundial, en 2008, los avances han sido sustanciales.
Acción contra el Hambre se congratula de los nuevos datos y de las políticas y avances técnicos que lo han posibilitado, pero pide seguir incidiendo en la reducción de la desnutrición, punta del iceberg del hambre.
“Por regiones, observamos que los mayores avances se han producido en América Latina, sobre todo en los países que han desarrollado políticas y programas, con las asignaciones presupuestarias correspondientes, con tres claves: ofrecer soporte nutricional en los 1.000 primeros días de vida desde la concepción (poniendo el acento en las madres y los niños), apoyar la pequeña agricultura y establecer redes de protección nutricional”, explica el Director General de Acción contra el Hambre, Olivier Longué.
Longué destaca también el gran paso que ha supuesto evolucionar desde un concepto restringido de seguridad alimentaria, que perseguía la producción de alimentos y el acceso económico a los mismos, a una meta más ambiciosa de seguridad alimentaria y nutricional, donde se presta suma atención a las condiciones sanitarias y ambientales para el consumo de alimentos.
Subraya precisamente la necesidad de convertir la lucha contra la desnutrición en eje prioritario de la ayuda: “La desnutrición es responsable del 45% de muertes infantiles en el mundo. Invirtiendo en nutrición no solo reduciremos la mortalidad, también evitaremos las consecuencias en el desarrollo físico y cognitivo que arrastran de por vida los niños que han padecido desnutrición antes de los cinco años. Esto, a medio plazo, podría contribuir también al desarrollo económico: solo en África y Asia el PIB podría crecer un 11% anual si se reduce esta carga”.
Las grandes tareas que debemos afrontar en los próximos años son África (reforzando la resiliencia de la población, un objetivo clave para minimizar las crisis alimentarias que azotan el continente al sur del Sáhara) y seguir atentamente la situación de los desplazados (especialmente los niños menores de cinco años) por la violencia en las nuevas regiones calientes del planeta.
Acción contra el Hambre aboga también por la inclusión en la agenda de desarrollo post-2015, que se empieza a construir este mes en la ONU, de un objetivo específico de reducción de la desnutrición aguda a menos del 4% para 2030, en línea con las metas señaladas por la Organización Mundial de la Salud. “En los últimos años hemos logrado avances técnicos y metodológicos importantísimos para prevenir y tratar la desnutrición, y la política, tanto global como nacional y local, ha de estar a la altura y poner en práctica los medios necesarios para que estos avances amplíen masivamente su llegada a los 805 millones de personas que lo siguen necesitando y a quienes no podemos dar la espalda en este momento”, concluye el Director General.
Fuente e Imagen: FAO