Esta es una costumbre que comenzó a practicarse en el siglo XVIII, época en la que sólo se celebraban dos comidas: una a primera hora de la mañana y otra por la noche. Por ese motivo parte de la aristocracia comenzó a reunirse en la mitad de esos dos momentos del día, sobre las tres y cinco de la tarde aproximadamente, para que la jornada no se hiciera tan dura y así poder degustar, al mismo tiempo que se charlaba de temas muy variados, del mejor té y otros aperitivos dulces y salados. Con el tiempo otros estamentos adquirieron también esta costumbre.
Lo más importante de esta práctica es, como era de esperar, el té, que según dicta la tradición debe servirse en vajillas de gran calidad. Por lo general es negro, aunque también lo podremos encontrar blanco, verde o rojo. Aún así estas variedades no son las únicas.
En caso de que uno no quiera decantarse por la opción más típica, también se podrá pedir un café, como el caffe latte, que es el que lleva leche, o el café cortado.
Con respecto a los dulces, una opción muy recurrente son los scones, que consisten en unos pastelitos de forma redondeada rellenos de mermelada y clotted cream, que es una crema típica de Devon. Sin embargo, la oferta va mucho más allá y podremos encontrar también otras delicias en forma de bollitos, pasteles de hojaldre o tartas.
Aparte de las creaciones con azúcar, también se da la opción de probar pequeños manjares salados, como los finger sandwiches. Estos podrán estar preparados con diferentes rellenos, como por ejemplo hechos de pepino, huevo, mostaza, tomate, queso o salmón ahumado. En algunos casos se completa esta lista con algo de carne o verduras, aunque no es tan frecuente.
REDACCIÓN Gastronomia.com