Una de las mayores preocupaciones de hoy en día es la de llevar a cabo una alimentación sana y equilibrada. Son muchas las opciones que existen y muchas también las dietas que dicen ser la clave para ello. En anteriores ocasiones, os hablamos de algunos movimientos gastronómicos como por ejemplo el mood food, una corriente basada en comer determinados alimentos para ser más felices o también, el slow food, que intenta impulsar la ingesta de productos más ecológicos y naturales. Hoy queremos que conozcáis una filosofía de vida que se basa en la búsqueda del equilibrio físico y mental a través de la nutrición, su nombre: cocina macrobiótica.
La macrobiótica es una dieta en la que se intenta rejuvenecer el cuerpo y llevar a cabo un estilo de vida más estable y duradero, a partir de las pautas establecidas por la medicina china y las enseñanzas zen. Su creador fue George Ohsawa, un filósofo japonés que nació a finales del S.XIX y que dedicó toda su vida a transmitir sus ideas por medio mundo.
Este sistema divide los alimentos en dos grupos, los alimentos yang y los alimentos ying. Los primeros se componen por una serie de productos tonificantes como las legumbres, el pescado, la carne magra, los cereales y las verduras que aportarán a nuestro cuerpo energía positiva y favorecerán nuestro bienestar. Los segundos, entre los que se encuentran los dulces, la miel, el azúcar, las frutas tropicales, el alcohol o los lácteos son elementos que sólo aportan una energía debilitante, dispersa y fría, por lo que deben ser consumidos en menor cantidad. Se trata de conseguir el punto perfecto entre ambos grupos para que nuestra dieta se adecue a nuestra necesidades.
Sin embargo, como todas las dietas, la macrobiótica también conlleva una serie de inconvenientes a tener en cuenta. A pesar de que intenta favorecer el consumo de alimentos no procesados y naturales, de defender la idea de no comer en exceso ni de forma compulsiva y de utilizar técnicas de cocción más saludables, también mantiene algunas normas que llevadas al extremo pueden llegar a ser peligrosas. Así, nos encontramos con la regla de limitar el consumo de agua diario, lo que puede reflejarse en un problema de deshidratación, o el hecho de que al reducir las cantidades de algunos comestibles básicos, reducimos al mismo tiempo ciertas vitaminas y minerales, como el hierro o el calcio.
REDACCIÓN Gastronomia.com
