Economista y secretario general del Partido Regionalista de Cantabria. Miguel Ángel Revilla nació en Salceda (Polaciones), un municipio ubicado en la parte suroccidental de la comunidad. Fue presidente de Cantabria hasta el 2011 y es uno de los grandes defensores de su tierra y de la gastronomía cántabra. Le hemos convocado hoy en nuestro barómetro para saber ¿Cuánto de foodie tiene Miguel Ángel Revilla?
Recientemente te vimos destrozar al chef Alberto Chicote en un duelo culinario televisado. ¿Nada asusta a Miguel Ángel Revilla entre fogones?
Sí que me gusta muchísimo cocinar. No paro mucho en casa, pero de vez en cuando los sábados y los domingos… sí me gusta. Sobre todo me gusta ir a comprar, eso siempre lo he hecho. Incluso cuando estaba soltero y vivía con mis padres lo hacía. Ir al mercado, comprar los productos y escoger las cosas que me parecen mejores. Luego en casa es muy gratificante tener invitados y que te digan que la comida está muy rica.
Al hilo de ese duelo, ¿qué opina de la cocina como fenómeno mediático?
España es una potencia en algunas cosas. Aunque a veces nos creamos una imagen de que no vamos bien, en esto somos el número uno y no tengo ninguna duda al respecto. No es que haya viajado mucho, pero algo sí que me he movido y como en España creo que no se come en ningún sitio. La cocina es uno de los grandes atractivos de nuestro país. Cada día hay más gente que se mueve por la comida. No en vano está entre las tres primeras necesidades del ser humano: comer, abrigarse y tener un techo.
Ahora que parece que estamos aprendiendo a potenciar la gastronomía como elemento de revulsivo turístico, ¿vamos en la buena senda?
En el tema de la gastronomía sin duda alguna. Tenemos los mejores cocineros del mundo, eso está publicado y la lista no la hacemos nosotros. Somos ahora mismo los dueños de la cocina. Ay, si todo fuera como la cocina, seríamos primera potencia mundial.
¿Es Revilla más de comer o cocinar?
Soy más de cocinar que de comer. Como poco. A pesar de la fama de tripero que me originé en la boda de los Príncipes, como poco. Hago fuerte la comida, ceno mucha fruta y desayunar: un vaso de leche y un ‘sobao’. No soy mucho de comer. Ahora sí que me gusta comer cosas que me apetezca y que estén bien puestas.
¿Cuál es el peor momento que Miguel Ángel Revilla ha experimentado en torno a una mesa? El peor momento, por la expectación que me había originado, fue en la boda de los Príncipes. Acostumbrado a las bodas de Cantabria, donde te dan ocho platos, yo pensé que en un evento de ese tronío pues las langostas y los solomillos darían saltos por las mesas… Y claro, me encontré allí con un menú muy sofisticado sí, pero insuficiente.
¿Si tuviera que recomendarnos un producto y sólo uno de Cantabria, cuál sería?
Imposible. ¿Uno en una tierra donde tenemos de todo? ¡Dame variedades! Por ejemplo los quesos, somos la primera potencia con cuatro quesos entre los diez con Denominación de Origen. Luego tenemos las anchoas, ¿cómo no te voy a hablar de las anchoas? Pero es que tenemos unas carnes, unos pescados y unos tomates… Cantabria es un paraíso de materia prima y a poco que no seas un manazas, te sale un buen plato.
Cuando está de campaña, ¿tiene algún capricho culinario que necesite llevar siempre?
Hay un producto en España que me encanta: el aceite. Yo solamente cocino con aceite de oliva virgen. Con un buen aceite se pueden hacer tantas cosas ricas… Es de las mejores cosas que tenemos en este país.
¿Cuál sería su mejor receta?
Un revuelto de perrochicos
Cómo conquista mejor Revilla, ¿con un buen mitin o preparando una buena cena?
Yo creo que a mi mujer la conquisté con un revuelto de setas, de perrochicos precisamente. Es el que hice con Chicote. Aunque si tuviera que convencer a base de comida… unas 100 personas han comido comida mía, así que creo que de momento convenzo más en los mítines. Aunque si pudiera llevarles a cada uno un plato, arrasaba en España.
¿Qué ha sido lo más exótico que ha probado nunca?
Pues mira, un día me invitó a cenar el embajador de China en España. Yo no soy nada aficionado a la comida china ni a la japonesa, a mí lo que me gusta es lo de toda la vida: el botillo, las alubias, los chuletones y las cosas que, por su aspecto, sabes lo que estás comiendo. El primer plato era una cosa que parecía madera. Lo más parecido a lo que aquí se conocen como rabas o calamares, pero yo miraba aquello… El embajador tuvo la delicadeza de entregarme el menú en castellano y leí que eran yemas de bambú fritas. Se podía comer, tenían un sabor un poco picante. Lo comí, claro. Me dijo era algo excepcional en China.
¿A qué restaurante invitaría a comer a un invitado?
¡Se me van a enfadar los otros! Pero bueno, supongo que le llevaría a mi pueblo, a Polaciones. Mi primo tiene allí un restaurante. No va a comer nada sofisticado, le pondrán un chuletón de vaca tudanca y un cocido montañés… Sin duda a Polaciones, a Casa Enrique, que además es primo mío. ¡Y se come barato0
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REDACCIÓN Marta de Dios