El domingo pasado terminé de leer la novela de Marta Rivera de la Cruz, Hotel Almirante. Se la recomiendo. La información que ofrece la contracubierta del libro se dirige a aquellos que esperan pasar un buen rato intentando averiguar las razones de un misterioso suicidio en una de las habitaciones de un hotel con solera de una ciudad gallega. Pero el libro ofrece mucho, muchísimo más. Entre otras cosas, recetas y, entre ellas, una de lasaña de salmón y otra de codornicescon repollo tan sugerentes, que no me extrañaría sorprender a cualquier lector gourmand dando un bocado al libro.
Conocí a Marta Rivera de la Cruz en unas jornadas en el Instituto de Empresa que llevaban por título «¿Tiene sexo el talento?». Se celebraba el «Día de la mujer» y el plantel de conferenciantes me pareció muy atrayente: Marta Rivera de la Cruz, la pediatra Blanca López-Ibor, María Gómez del Pozuelo, fundadora de Womenalia, Laura Bravo, secretaria general de Técnicas Reunidas, y el chef Pedro Larumbe. Como pueden imaginar, se abordó la cuestión sobre la igualdad de oportunidades de hombres y mujeres en el mercado laboral —el reclamo de las jornadas, la pregunta sobre si el talento reside más en mujeres que en hombres quedó rápida y fulminantemente contestada por los intervinientes: no, no «tiene sexo el talento», como es bastante obvio, por otra parte—. La almendra de la cuestión que allí se planteaba tardó un rato en salir a la palestra. Nadie se atrevía a mentarla, pero Pedro Larumbe nos ilustró su opinión con la siguiente anécdota: al cruzar la calle María de Molina para llegar al Aula Magna del IE se había encontrado con una chica que él mismo trajo de Japón para formarla como chef en uno de sus restoranes. La cocinera japonesa empezó a subir peldaños en el escalafón fogonero pero tuvo un hijo, pidió una reducción de jornada y se apartó voluntariamente de la carrera gastronómica. Esa era la cuestión: «la trágica decisión», como dice mi suegro, no el debate sobre si la vida laboral premia al multitask o al que presume de múltiples conexiones neuronales en ambos lados del cerebro.
Al terminar las jornadas pude charlar un rato con Marta y, cuando le conté mi afición por la gastronomía, mencionó su novela Hotel Almirante. Nos cruzamos después algún correo electrónico y, cuando, rendida, le confesé que la novela me había atrapado, quedamos para charlar sobre ella en las próximas fechas en Sopa de Letras.
Hotel Almirante tiene mucho contenido gastronómico. Me parece especialmente interesante la forma en que una casa de comidas regentada por una viuda y sus tres hijas, dotadas de un don especial para la cocina, adquiere tal fama en Ribanova que sus guisos se convierten en referencia. El equipo de cocina de la fonda pasa, andando el tiempo y con su reputación ya consolidada, a dirigir el restorán de un hotel, el Hotel Almirante, situado en un antiguo palacio de la villa. Sus recetas ahora son más sofisticadas porque una de las componentes del equipo ha viajado, ha comido, ha visto mundo, en suma. Se han refinado. Ahora son capaces de servir cócteles y tés a la alta sociedad ribanovense. ¿Se transmite genéticamente el buen hacer en la cocina? ¿Hay personas con buen gusto culinario natural? Creo que sí.
En la cocina del Hotel Almirante nadie se plantea si tiene sexo el talento. Todas las personas que se ocupan allí son mujeres. Y de la misma familia. Aquí, nadie tiene que decidir de forma trágica. Las tres hermanas se dedican apasionadamente a guisar, a descubrir, a probar recetas. La madre y la nieta se ocupan de la gestión hotelera. Se trata de un equipo muy bien engrasado, muy cohesionado. Todos sus componentes persiguen los mismos objetivos desde sus posiciones distintas. Y los consiguen, con éxito, para más inri.
¿Quieren saber más? ¿Quieren descubrir las recetas que salían de las ollas del Almirante? ¿Quieren conocer las historias de amor y odio con las que se cocina la historia de la familia Leal? Lean el libro.
Por mi parte, y como tributo a esta historia ejemplar, me comprometo a hacer las dos recetas que encabezan este artículo y a contarles el resultado. Pediré permiso a Marta Rivera de la Cruz para descubrir sus ingredientes a mis improbables lectores. Mientras tanto, disfruten los días leyendo y comiendo.
Covadonga de Quintana
Editorial Tejuelo
© Fotografía de la autora: Balabasquer
Publicado por Covadonga de Quintana | 28 de abril de 2014
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