Al sureste de Mallorca se extiende una perfecta combinación entre un paisaje totalmente virgen y montañas de sal junto a balsas de cristalización, destinadas a incrementar la concentración de sal por litro de agua marina. Un horizonte que a simple vista llama la atención, pero que al adentrarse en él se convierte en una experiencia única e irrepetible.
Así son las Salinas d’es Trenc, unas de las más extensas a escala nacional y consideradas Área Natural de Espacio de Interés Paisajístico y Rural. Además de su paisaje abstracto y singular, destaca en ellas una variada flora y fauna que conviven en perfecta armonía con los miles de turistas que visitan este enclave tan especial a lo largo de los 365 días del año.
La recolecta de sal en este territorio se lleva practicando desde hace milenios. A pesar de que la industria de la sal no tomó relevancia hasta mediados del siglo pasado, fenicios y romanos ya recogían este condimento muchos siglos antes, pues este producto está considerado como el aderezo más antiguo utilizado por el hombre.
Un onírico paisaje de singular belleza y encanto natural
El Parque Natural cuenta con una superficie de 1.500 hectáreas. A través de un canal, las aguas mediterráneas de la playa de Es Trenc, idóneas para la fabricación natural de cloruro sódico, nutren este paraíso para las aves, raro ejemplo de cómo la acción humana puede generar ecosistemas tan valiosos como dignos de protección. Las salinas de Levante se renovaron en los años 40 y 50 y desde entonces han seguido usando técnicas tradicionales. La materia prima continúa siendo el agua de mar y las fuentes de energía principales son el sol y el viento.
En la zona adyacente a las salinas se encuentra un ecosistema dinámico formado por diferentes franjas de dunas con vegetación adaptada al exceso de viento y a la salinidad como la salicornia, hierbas como el cardo marino, arbustos como la zamarrilla o la hierba de Sant Ponç y árboles como el pino, la sabina y el tamarindo. Por último, cabe mencionar el extenso humedal del Salobrar, que posee un gran valor ecológico ya que en él hacen escala numerosas aves migratorias. Con una extensión de 330 hectáreas, su riqueza en ecosistemas propicia la presencia de 171 especies de aves, además de numerosas plantas autóctonas.
Una dedicación especial para obtener la mejor sal posible
Las Salinas son uno de los puntos de producción de sal, también llamado “Oro blanco”, más importantes de nuestro país, con unas 10.000 toneladas anuales que se consumen casi íntegramente en Mallorca para diversos usos como descalcificar el agua, curtir pieles, elaborar embutidos como la sobrasada o como condimento de mesa. Además, por las condiciones climatológicas que se reúnen en la isla (sol, brisa y baja humedad), la llamada “Flor de Sal” puede recolectarse en Es Trenc durante los meses de agosto y septiembre, período en el cual se dan estas condiciones de forma óptima.
El proceso de producción de este fenómeno es mucho más arduo que el de la sal marina corriente, pues pese a que sigue siendo 100% natural y orgánico, requiere de una dedicación mucho más delicada. Cuando empiezan a formarse pequeños cristales en la superficie del agua, con un rastrillo y mucha sutileza se deben ir recogiendo esos cristales, siempre antes de que anochezca, así como la humedad los derrita. Tras ello hay que dejarlos secar bajo el sol antes de su consumo final. Esta preciada sal es muy utilizada en las recetas de algunos de los mejores chefs del mundo y sólo se puede conseguir en Es Trenc.
Un recorrido único para conseguir una Flor de Sal
Desde abril y hasta finales de octubre se organizan diferentes visitas para recorrer todo el encanto de las Salinas d’es Trenc. Durante aproximadamente 90 minutos puede observarse el proceso de producción de la sal marina y la flor de sal, así como un recorrido por el Parque Natural, que cuenta con un espectacular refugio para más de 180 aves protegidas, incluidas un centenar de flamencos que forman parte del patrimonio mallorquín. Gracias a las 1.700 especies que se han llegado a registrar en las salinas, esta área ya es reconocida como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
Como broche de oro, al final del itinerario se suelen realizar catas con la flor de sal y también es habitual salir de la zona con una valiosa muestra bajo el brazo.