Un estudio publicado recientemente en el Journal of WineEconomics señala que sólo en el 10% de los casos coinciden las valoraciones de los catadores profesionales a la hora de evaluar la calidad de un vino, pese a que los criterios empleados para esta labor son universales y objetivos.
Para obtener estos resultados se llevó a cabo un experimento durante cuatro ediciones de la feria estatal de vino de California (entre 2005 y 2009), el concurso de catas más antiguo de EEUU: el mismo vino era presentado a los sumilleres hasta tres veces, pero en botellas diferentes. El resultado final fue que sólo uno de cada 10 catadores puntuó igual las tres veces el mismo vino, llegando a variar hasta en cuatro puntos de media las puntuaciones sobre un mismo caldo, suficientes para que éste pase de «bueno» a «aceptable», o a «excelente». La conclusión de los autores es tajante: las catas son subjetivas y el azar juega un papel fundamental a la hora de establecer el ranking de los mejores caldos. Atribuyen estas contradicciones a la influencia de condiciones ambientales y el deterioro del paladar a medida que se van degustando diferentes vinos sin espacio suficiente entre una cata y otra.
No es el primer estudio que se lleva a cabo en este sentido, lo que ha hecho que comience a existir una corriente crítica que apuesta por relativizar las opiniones de los expertos sobre los vinos, empleándolos más como un indicador que como una verdad absoluta; se recuerda así que las ventas de muchas bodegas están condicionadas por los resultados que obtienen sus productos en un concurso, y que estudios como éste prueban que esos resultados responden más al azar que a otros objetivos.
De todos modos, tecnológicamente no se ha logrado clasificar de forma objetiva los caldos según su calidad, por lo que los análisis de los sumilleres siguen siendo aún la única forma de hacer esta tarea.
REDACCIÓN Gastronomía.com