Nuestro país fue una potencia mundial en la producción de sal marina, y el Mediterráneo en concreto vivió siglos de esplendor con el llamado "oro blanco". Durante muchos años la sal valía más que el oro por su importancia en la conservación de alimentos.
Hoy otros métodos y técnicas permiten la conservación pero la sal sigue siendo un ingrediente de uso generalizado para enriquecer nuestros platos. Algunas variedades son especialmente reconocidas por su calidad como la sal de Añana, la sal de Ibiza o la sal del Delta del Ebro, que se venden como productos gourmet.
Precisamente las salineras del Delta del Ebro han servido como fuente de inspiración a los promotores de la empresa Salaos que comercializa la primera salina doméstica para cosechar nuestra propia sal. El pack consiste en un recipiente que imita las formas rectangulares de las salinas marinas y una bolsa con pura agua de mar, recogida cerca de la Costa Brava, filtrada, analizada, apta para el consumo humano y con su propio registro sanitario.
El proceso es sencillo: elagua se vacía en el recipiente-salina y se deja en la ventana, terraza, patio o jardín, en un lugar donde le dé el sol el máximo tiempo posible. Al cabo de varios días el agua de mar se habrá evaporado y quedará sal marina pura, con todos sus oligoelementos y minerales. De cada cosecha pueden salir entre 30 y 50 gramos de sal, equivalente a casi dos saleros de mesa.