A sus 1.844 metros, la silueta del Pico Bejenado domina el Valle de Aridane y tapona la pared sur del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente. En el denso pinar que se extiende a sus pies encuentran alimento el centenar de cabras que conforman el rebaño de Paula y su esposo Toño. La más abundante de las especies forrajeras de la zona es la tedera (Bituminaria bituminosa), una leguminosa de flores violáceas. Para asegurar las cualidades nutritivas de su leche, la alimentación de los animales se refuerza con suplementos naturales compuestos de cereales y leguminosas. Los Quesos Palmeros comercializados bajo la marca La Rosa suelen ser piezas de gran tamaño, entre 6 y 8 kilogramos de peso. Su elaboración comienza al alba con el ordeño de las cabras, ya que en la explotación no se utiliza otra leche que la que el propio rebaño es capaz de rendir. Tras el filtrado se añade el cuajo, que se deja reposar en condiciones controladas de temperatura durante 40 minutos. La cuajada resultante pasa sucesivamente por procesos artesanos de prensado y moldeado, de los que sale ya transformada en queso. La pieza resultante se sala con sal marina de la isla y comienza el lento proceso de maduración, que como mínimo dura 7 días. Pero el proceso no acaba aquí, ya que la mayoría de las piezas son ahumadas antes de alcanzar el mercado. Son varios los materiales naturales autorizados por el Consejo Regulador para llevar a cabo este proceso, que consolida los aromas del genuino Queso Palmero y ayuda a protegerlo de las agresiones exteriores. En el caso de La Rosa, y por las razones comentadas, lo más habitual es el empleo de acículas de pino canario (Pinus canariensis).